
El Gran Oriente de Italia - Palacio Giustiniani, además de su regularidad, sus doscientos años de trabajo masónico y la calidad de los mismos, posee una serie de publicaciones envidiables por su contenido, su profundidad y la calidad de los exponentes.
Habitualmente leemos con placer los escritos de su Gran Maestre, el Abogado Gustavo Raffi, un pensador singular en la cosmogonía masónica del siglo XXI.
El Muy Respetable Gran Maestre Gustavo Raffi publica habitualmente en la web del Gran Oriente de Italia, http://www.grandeoriente.it/ de lectura sugiero obligatoria para todos los HH.·. porque trata sin ambages la mayores preocupaciones de los masones en el mundo, resumiéndolas y dándoles trabajo en la Logia Universal que todos conformamos.
Como verán seguidamente en el trabajo que fue publicado en la REVISTA "HIRAM" correspondiente a su número 4/ 2008, la inquietud del Muy Respetable Gran Maestre G. Raffi es coincidente con los trabajos que Uds pueden leer en este blogspot, y refleja una preocupación permanente de todos nosotros por el devenir del mundo y la tarea de la Masonería en el mismo.
Ruego tanto a la Gran Logia de Italia - Palacio Giustiniani como al M.·.R.·.G.·.M·. Gustavo Raffi la traducción del artículo siguiente, si no es la deseada. Sólo un inmenso deseo de alcanzar en castellano la voz señera del Sr Gustavo Raffi me ha impulsado a acometer la tarea. Y como habitualmente los mismos italianos han señalado la paradoja "traduttore tradittore", acompaño la versión de la misma en inglés.
EDITORIAL

EQUINOCCIO DE OTOÑO - 20 de septiembre de 2008
Por Gustavo RAFFI
Gran Maestro
del "Gran Oriente de Italia", Palacio Giustiniani. Italia
Lessing, en sus Diálogos Masónicos, subrayó muy claramente como los Francmasones no deben desviarse de ningún modo de su empeño, cayendo en aquello que llamamos profanidad. Esto les generaría ridiculez y compasión.
Ridículez por su quiebra y lástima por haber fallado en dejar - como el Hermano Badén Powell dijo - "el mundo mejor de lo que lo encontraron"
Lessing tenía razón entonces, y todavía la tiene.
Hoy en día la Francmasonería no debe y no puede, desviarse de su obligación centenaria. No debe de ningún modo, apoltronarse en por así decirlo, su pasado glorioso. Tampoco puede limitarse a jactarse de su propia riqueza histórica. Tampoco puede mostrar solamente aquellas conquistas que fueron su fuente de orgullo y han devenido patrimonio de la humanidad.
Todo esto no es suficiente. El tiempo presente requiere algo más.
Mas es imprescindible en un tiempo en el cual todos los hombres de buena voluntad, recto pensamiento y buenas costumbres, necesitan encarar cambios de importante comprensión.
Los cambios concernientes a las expectativas, los comportamientos y las esperanzas de un mundo en una radical transformación. Es suficiente así, leer los diarios y mirar los programas televisivos para darse cuenta de esto.
Es uan transformación que a menudo toma los caracteres de una crisis. Es una crisis social, que se observa en la opulenta realidad occidente y en los países pobres del tercer mundo.
Es una crisis existencial que atenaza a los hombres, que no pueden saber mas quién son, de donde vienen o a donde van. Y ellos quisieran saberlo.
Es también una crisis interna y externa, que no encuentra correctas respuestas ni en la religión y tampoco en la las doctrinas filosóficas y políticas. Y como no encuentra una respuesta apropiada, esa crisis se transforma asimismo en un delirio de cultura de consumo, o en una agresividad hacia los más débiles.
Ambas formas son los extremos y formas complementarias de un malestar y de una dramática impotencia.
Esto conduce a la diseminación de conflictos en todas partes. En todas partes la violencia posee las características brutales de la obviedad. En todas partes, la tolerancia deja el lugar a la proterva presencia del más fuerte.
Protervidad por la que se ve en los otros - diferentes seres- no el Hermano para comprender, ayudar y corregir (si fuese necesario) sino por el contrario el enemigo al que derrotar y destruir. La misma ciencia, a la que el hombre ha brindado su sueño de alcanzar un proceso de gradualidad e igualdad, corre el riesgo de transformarse en un mecanismo con un fin en sí misma. Así corre el riego de volverse un ídolo al que deben realizársele sacrificios, para tener en cambio la ilusión de un vano e ilusorio poder, no para los hombres sino en contra de ellos mismo. No para ser, sino para tener.
Los masones no pueden cerrar los ojos a esta situación. No se pueden esconder. Ellos no pueden intentar ser cobardes o haraganes si ellos deciden readquirir la absoluta posesión de su rol histórico, que durante mucho tiempo ha estado solo presente en sus memorias. Similarmente, ellos no pueden salir de las cavernas del secreto -en las que durante tanto años ellos se han ocultado temerosamente- para refugiarse en la torre de marfil de una superioridad que no poseen.
Tampoco pueden -como ocurre frecuentemente- considerar que la Institución Masónica sea una compañía para conquistar con muchos accionistas o con muchos delegados o considerarla como un partido político en el cual se pueda escalar con muchas afiliaciones: sin titubear para alcanzar resultados con las peores herramientas pertenecientes a un pasado que se desea olvidar. Por nuestro bien. Y esto debe quedar bien claro - porque hay un punto de no retorno. Olvidarlo sería traicionar el mensaje de la Masonería.
Estos comportamientos -que a menudo se refugian en la vileza de la anonimia- no deben encontrar lugar en una Masonería que ha recuperado laboriosamente credibilidad social y prestigio cultural.
Son como un cáncer, que si no es erradicado con determinación, devora a la Masonería desde adentro, vaciándola de su contenido y haciéndola objeto del ridículo y la tristeza, como Lessing señalaba.
Uno puede pensar - parafraseando el famoso aserto de Massimo D'Azeglio que "una vez que la Masonería ha sido realizada, es necesario rehacer a los masones"
Esto significa que es necesario readquirir a cualquier costo y con cualquier sacrificio, una mayor Conciencia Masónica en concebir la Masonería como una educación permanente para la vida espiritual y civil, como un laboratorio de ideas, y como una entusiasta multiplicación de iniciativas sociales, culturales y formativas del ser humano.
Los masones deben aceptar este desafío. Ellos deben tomar sobre sí mismos, la tarea y la responsabilidad de la denuncia y al mismo tiempo el empeño en brindar la respuesta. Deben brindar a todos, como hicieron en el pasado, la misma fe en la dignidad del hombre, el mismo amor por la libertad y la misma vocación por la tolerancia, la misma absoluta convicción por la igualdad.
Practicándola, se entiende en primera persona, poniendo ellos mismos estos valores en práctica.
Infortunadamente, esto no sucede a menudo y la enfermedad presagiada retorna.
Los masones deben sentirse profundamente motivados a ser el ejemplo viviente y operativo adentro y fuera de la Orden de como podría ser el mundo en el que todos desearían vivir, en paz, armonía y con honestidad.
Debemos multiplicar nuestros propios esfuerzos para obtener aquella solidaridad que no coincide con la piedad pero sí con el deseo profundo de compartir los recursos, la inteligencia y la alegría de vivir. Y si fuese posible, también con una sonrisa.
No nos faltan instrumentos para hacerlo.
Tenemos la heredad milenaria de la Tradición Esotérica, que en la Iniciación, muestra la elección militante de un hombre que duda e inquiere con el deseo de alcanzar la Verdad.
Tenemos también la aguda sensibilidad por todos aquellos que sufren espiritual, moral y económicamente. Una sensibilidad que siempre nos ha aguijoneado a estar en el lado de aquellos que están solos, despreciados y ridiculizados.
Una sensibilidad que nos vio luchar por la libertad en todos los lugares en donde había oprimidos y vilipendiados.
Tenemos el entusiasmo de aquellos hombres que creen la Fraternidad Universal; sin importar las creencias religiosas, culturales o las pertenencias geográficas o las condiciones económicas.
Este debe ser el objetivo solemne y renovado de todos los Masones en este día en que el Gran Oriente de Italia celebra los 60 años de una Constitución que hizo de Italia -también gracias a la contribución de la Masonería- un país adulto, libre y democrático. Así también, libre, madura y democrática debería poder devenir también toda la humanidad.
Por supuesto, esta no es una tarea fácil. Por supuesto, que existen muchos obstáculos.
Sin embargo, esos obstáculos desaparecerán si nosotros conservamos en nosotros mismos como Masones, esa desbaratadora e irresistible certeza que Pablo Neruda ha expresado en unos versos inolvidables:
"Pueden cortar todas las flores, pero no pueden evitar que vuelva la primavera".Nuestra primavera, agrego orgullosamente.
Su traducción al inglés. La versión en italiano, en la página URL citada mas arriba
EDITORIAL REVISTA HIRAM 4 = 2008
AUTUMMAL EQUINOX - September XX, 2008
by
Gustavo RAFFI
Grand Master of the "Grande Oriente d´Italia", Palazzo Giustiniani.

Lessing, in his Masonic Dialogues, very clearly underlined that the "Free Masons cannot deviate in any way from their commitment, going down to what we call profanity. This would generate ridicula and pity.
Ridicule for their failure, and pity for failing to leave - as Brother Badén Powell said - "the world better than they found it".
Lessing was right then, and still is.
The Free Masonry today cannot - and must not - deviate from its century-old commitment. It cannot, in any way, get along thanks to a glorious past. It cannot limit its action to boasting its own rich history. It cannot only show off those conquests that were its source of pride, and that have become the heritage of mankind. Yet this is not enough. The present time requires something more. More is needed at a time when all men of good will, upright thought and good customs, need to face challenges of outstanding importance. Challenges concerning the expecta-tions, the behaviours, and the hopes of a world undergoing a radical transformation. It is sufficient to read the papers and watch networks programmes to realise it.
Such transformation often takes on the features of a real crisis. It is a social crisis, concerning both the affluent western world and the poor third-world countries. It is an existential crisis gripping men, who no longer know who they are, where they come from, or where they are going to. And they would like to know.
It is also an internal and external crisis, which does not find proper answers in religious, philosophical and political doc¬trines. Since it does not find a proper answer, such crisis transforms itself either into the consumer's culture delirium, or into aggressiveness towards the weaker. Both are extreme and complementary forms of malaise and dramatic powerlessness.
This leads to the spread of conflicts everywhere. Everywhere violence takes on the brutal characteristics of what is obvious. Every¬where tolerance leaves the place to the protervity of the strongest. Protervity which sees in others - different beings - not the Brother to understand, help, and correct (if necessary), but the enemy to win and destroy. The very science - to which man had given his dream to reach an egalitarian and gradual process - runs the risk of transforming itself into a mechanism with an end in itself. It runs the risk of becoming an idol to which making sacrifices, to have in exchange the ¡lusión of a vain and illusory power; not for men, but against men. Not to be, but to have.
The Free Masons cannot turn a blind eye on such a situation. They cannot hide. They cannot prove to be coward and sluggish, if they are to regain possession of their historic role, which for a long time has been present only in memories. Similarly, they cannot exit the caves of secret -ín which for many years they have frightfully hidden - to take refuge in the ivory tower of a superiority they do not possess. Nor can they - as too often occurs - consider the Masonic Institution as a company to conquer with many delegations, or as a political party to scale with lots of party membership cards: without hesitating to resort to the worst junk belonging to a past that everybody wants to forget. For good. And it must be clear - this is a point of no return. Forget-ting it would mean betraying the Free Masonry message.
Such behaviours -which often take refuge in the vilest anonymity - must not find a place within a Free Masonry that has laboriously recovered social credibility and cultural prestige. They are like a cán¬cer that - if not eradicated with determination - devours it from within, depriving it of its meaning and making it the target of ridicule and pity, as Lessing said. One may think - paraphrasing the famous statement by Massimo D'Azeglio - that "Once the Free Masonry has been made, it is necessary to remake the Freemasons". This means that it is necessary to regain -at all costs and with any sacrifice - a higher Masonic Conscience in conceiving the Free Masonry as a life-long education to spiritual and civil life, as an outstanding laboratory of ideas, and as an enthusiastic multiplication of social, cultural and formative initiatives.
The Free Masons must accept this chal¬lenge. They must take on the task and the responsibility of reporting and, at the body - as they did in the past - their faith in the dignity of men, their leve of freedom, their devotion to tolerance, and their absolute belief in egalitarianism.
Of course, by being the first ones to put such values onto practice. Unfortunately, this does not always take place, and with ill-omened outcomes.
They must feel deeply committed to being the living and working example -inside and outside the Order - of how the world ¡n which everybody wishes to live could be like, in peace, harmony and honesty. They must multiply their efforts to achieve the kind of solidarity that does not coincide with compassion, but with the willingness to share resources, intelligence and happiness. And, if possible, also with a smíle.
There are plenty of tools to do so.
They can rely on the millenarian legacy of the Exoteric Tradition, which - in the Initiation - sees the militant choice of a man who doubts and inquires, with the aim to meet the Truth.
They can rely on the keen sensitivity for all those who suffer spirítually, morally and economically. A sensitivity that has always spurred them to be on the side of those who were alone, scorned and derided. A sensitivity that saw them fight for liberty in all places where it was being oppressed and vilipended. They can rely on the

This must be the solemn and renewed commitment of all the Free Masons on the day in which the Grande Oriente d'ltalia celebrates the sixty years of a Constitution that made Italy - also thanks to the Free Masonry's contribution - a mature, free and democratíc country. The whole mankind should be enabled to become equally free, mature, and democratíc.
Of course, this is not an easy task. Of course, obstacles are many.
Yet, such obstacles will dissolve if we keep in ourselves, as Free Masons, that disruptive and irresistible certitude Pablo Neruda expressed in an unforgettable poetic verse:
"You can cut all the flowers, but you cannot keep spring from coming".
Our spring, I proudly add.
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