Madrid 16 de marzo de 2016
La crisis humanitaria que se está
planteando en Europa en relación con los refugiados que huyen de la guerra de
Siria, de Irak, Afganistán o Eritrea, está poniendo de manifiesto cómo nuestra
teórica comunidad de naciones puede hacer dejación de sus principios con la
misma velocidad que conculca la legislación, propia o internacional, en materia
de protección de Derecho Humanos.
Nuestros responsables políticos pretenden
hablar de migraciones motivadas por cuestiones económicas o sociales, cuando lo
que se está planteando es la inexcusable obligación de acoger a quienes sufren
los efectos de conflictos generados con la connivencia, incluso
complicidad, de la propia UE. Hablemos por tanto de REFUGIADOS, REFUGIADOS QUE
NUESTRA SOCIEDAD ESTÁ PROVOCANDO.
La inexistencia de líderes europeos que se
planteen la Europa de las personas por encima de la Europa de los mercados,
está en la base de la actual situación; pero ésta evidencia no puede servir como
disculpa para la inacción o el desprecio absoluto a las más elementales
obligaciones éticas y morales, algo que por otra parte nos concierne a todos
como ciudadanos de esta Europa devenida en insolidaria, en la que ahora se
desprecia a los ajenos tras haberlo hecho con los propios. Recordemos el trato
vejatorio dado a las poblaciones de Estados miembros como Irlanda, Grecia, Portugal,
España o Italia, lo que de alguna manera alimentó las posiciones xenófobas
que resurgen en nuestro viejo continente.
Es evidente que Europa se enfrenta a una
gran crisis humanitaria que ella ha contribuido a crear. Pero únicamente
desde la aplicación de principios éticos, y la puesta en práctica de los
valores sobre los que se ha construido el ideal europeo, indisociables de una
manera de entender la convivencia y el respeto a los Derecho Humanos por encima
de los intereses económicos, será posible encontrar la solución. Solución
incompatible con el retroceso en la ampliación de los derechos ciudadanos
conseguidos, como la libre circulación de personas, y que en estos momentos se
encuentran en cuestión por la actitud de algunos gobiernos europeos empeñados
en levantar nuevos muros y alambradas.
La obligación de los Estados miembros de la
UE de respetar la Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de los
Refugiados, y muy especialmente el principio de non-refoulement (no
devolución), es un derecho consagrado por los convenios internacionales y el
derecho consuetudinario y ha de estar por encima de los interese políticos
de los actuales representantes de nuestros países; asimismo, el Artículo 4 del
Protocolo IV al Convenio Para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales, que taxativamente prohíbe las expulsiones colectivas,
ha de ser respetado en su literalidad.
El Consejo de la Federación Española de la Orden
Masónica Mixta Internacional Le Droit Humain-El Derecho Humano, quieren
hacer un llamamiento, no a la sociedad que sabemos perfectamente concienciada,
si no a sus representantes políticos para que, en aras de la responsabilidad
que tienen adquirida, exijan a la Comisión Europea los esfuerzos necesarios
para dar acogida de una manera digna a quienes, recordemos, huyen de conflictos
bélicos y situaciones de emergencia que hemos contribuido a crear, y les
exigimos que pongan todo su empeño en lograr el fin de los mismos, lo que
permitirá que la inmensa mayoría de estos hermanos puedan regresar a sus
hogares.
La Libertad, Igualdad, Fraternidad y
Laicidad, han de volver a ser la piedra de toque para una nueva construcción de
la ciudadanía.