Masonería argentina e internacional. Estudios y propuestas masónicas.

viernes, 24 de abril de 2009

HOMENAJE AL URUGUAY



LOS TREINTA Y TRES ORIENTALES

Hace muchos años atrás, se veían desde las azoteas, a la ciudad y al río. La vista se demoraba hasta los barcos de vela navegando en Olivos y mas allá, los que ingresaban morosos al estuario desde San Isidro.

Desde la poesía, decía Victoria Ocampo: “Azotea, dame tu flor blanca. Dame la flor que no me dejaban cortar. Dame tu baldosa rosada. Dame tu arco iris, Dame las campanas de enfrente. Dame el río ...”

Y agregaba Alberto Salas en su “Relación parcial de Buenos Aires”: “Y a veces se hace difícil, en las mañanas tibias, en los atardeceres, volver la espalda al Río y retornar a la ciudad, trepando la barranca, sumiéndose en los compromisos, en el trabajo, en el tedio de las oficinas y de todos los días. El Río –tal vez no lo spean todos los porteños- es la definitiva imagen de la libertad”

Pero esta libertad no es lineal, ni absoluta, ni mucho menos una adquisición inmutable.

Se reconquista día a día, como la gesta de los 33 Orientales, que en las tardes de velero y río en San Isidro acompañan a los navegantes.

Porque en este Río de la Plata, en su parte oriental, en 1680 los portugueses fundaron la ciudad de Colonia al este del estuario, para rivalizar con la ciudad española de Buenos Aires en la orilla opuesta: España respondió construyendo una ciudadela en Montevideo.

Colonia del Sacramento, Montevideo, Buenos Aires, son puertos de una intimidad especial para los navegantes de vela; la ciudad vieja en la primera, nos deja la firmeza de la convicción que detrás de el gesto amable y la mano caliente, subyace como la cantera de Ferrando, un profundo y transparente pozo de agua subterránea que hace a la historia de los fieros orientales.

Así somos convocados a evocar las gestas que tuvieron lugar en sus orillas y en sus aguas, como si de algún modo quisiéramos zarpar de la costa sanisidrense rumbo a Colonia o al Puerto de Juan Lacaze, Riachuelo, Arroyo Rosario o el Buceo, como los héroes uruguayos cuando fueron a liberar su patria del yugo brasileño.

Me refiero a los "33 Orientales", que con el apoyo argentino liberaron al territorio en 1825 y establecieron un estado libre e independiente con el nombre de República Oriental del Uruguay.

Esa Cruzada Libertadora ha sido fuente de interpretaciones, puntos de vista y enfoques por diferentes historiadores, investigadores y otros relatos de la época. Lo cierto es que después del Grito de Ipiranga en Brasil, que provocó la ruptura de la unidad de las fuerzas luso-brasileñas que ocupaban la Provincia Oriental, salieron dos bandos adversarios acérrimos. Esto dió paso a que se organizara en Montevideo una sociedad política secreta de tipo masónico denominada "Caballeros Orientales", que conforme algunos investigadores señalan, el número 33 orientales sale de esta organización, siguiendo de tal forma una serie de curiosas por así llamarlas causalidades, como por ejemplo, la plaza Independencia que tuvo originalmente 33 palmeras.

El 28 de febrero de 1824 da Costa y las fuerzas portuguesas partieron de Montevideo, poniendo fin a la "dominación lusitana" en la Provincia Oriental (1820-1824); el 2 de marzo siguiente Lecor hacía su segunda entrada en la plaza, esta vez al frente de las fuerzas imperiales, iniciando así la "dominación brasileña" (1824-1828): "Esta fue la causa por la que emigramos a Buenos Aires como ciento y tantos orientales entre jefes y oficiales y algunos particulares"' escribe Juan Spikerman en su relato de la cruzada de los 33.

El Gral Lavalleja, preparó desde Buenos Aires la nueva insurrección. Contó con el apoyo de los saladeristas porteños, dañados por la competencia de los saladeros del sur del Brasil (que trabajaban con tropas robadas y con costo reducido y mano de obra servil). Mayordomo de los saladeros de Costa, Lavalleja ligó sus contactos, por éste, con Trápani, Rosas y los Anchorena, fuertes saladeristas.

Rosas, personalmente, recorrió la campaña oriental para verificar el trasiego de nuestros ganados con rumbo al Brasil ligando, seguramente, los contactos para la insurrección. Puso Juan Manuel de Rosas la suma de 500 pesos para encabezar la colecta de fondos para Lavalleja; Pedro Lezica se anotó con mil y los Anchorena pusieron 3.000.

Francisco Muñoz escribió a Lavalleja; "dinero tendremos y cuente V.E. con todo lo que necesite[...] con acuerdo de nuestro amigo Trápani hemos convenido con la casa Stuart que entregue todas las cantidades". Le juntaron 150.000 pesos. Con esto Lavalleja pudo reclutar su gente y equiparla.

El 19 de abril de 1825, comenzó "la Cruzada". Según la tradicion, "33 orientales" procedentes de Barracas y de San Isidro desembarcaron en el Arenal Grande, en un punto cercano al arroyo llamado "de los Ruices", bautizado como "la Agraciada" (una deformación de "la Graseada", el nombre verdadero del lugar). Hay 17 listas con los nombres de los montoneros y no son iguales (el numero tradicional pertenece a la nómina que redactara luego Lavalleja, para recompensar la operación, unos años después; el mismo General se contradice en otros documentos.

Hay también dos listas confeccionadas por Oribe, que fue segundo jefe de la operación (y difieren, también). De la nómina "reconocida", se desprende que no todos eran orientales. Matías Alvarez ( el primero en morir "en acción") era porteño, como varios otros. Felipe Patiño, llamado "Carapé", nació en el Paraguay.

Del libro de Gerardo Caetano y José Rilla sale el siguiente relato: “No eran 33 ni todos orientales los que integraron la Llamada "Cruzada Libertadora". Los orientales eran 21, había 3 "argentinos", 4 "paraguayos", 2 de orígen africano y 10 cuya fecha y lugar de nacimiento se desconocen. Sus edades oscilaban entre 15 y 42 años, aunque el grueso de los libertadores tenía entre 25 y 35. Eran jóvenes para la época, sobre todo si se tiene en cuenta la longevidad que la mayoría alcanzó: Lavalleja, 69; Freire, 73; Sierra, 67; Colman, 75; Tiburcio Gomez, 102; Juan Acosta, 79. Algunos eran de noble cuna, como Manuel Ceferino Oribe; otros de orígen humilde, como José del Carmen Colman; Joaquín Artigas y Dionisio Oribe eran esclavos”.

En la primera proclama trataron de levantar las mismas banderas que Artigas. Dice el General Lavalleja en la misma: "Llegó en fin el momento de redimir nuestra amada patria de la ignominiosa esclavitud con que ha gemido por tantos años y elevarla con nuestro esfuerzo al puesto eminente que le reserva el destino sobre los pueblos libres del nuevo mundo. El grito heroico de libertad retumba ya por nuestros dilatados campos con el estrépito belicoso de la guerra. El negro pabellón de la venganza se ha desplegado, y el exterminio de los tiranos es indudable. ¡Argentinos, Orientales! Aquellos compatriotas nuestros, en cuyos pechos arde inexhausto el fuego sagrado del amor patrio, y de que más de uno ha dado relevantes pruebas de su entusiasmo y su valor, no han podido mirar con indiferencia el triste cuadro que ofrece nuestro desdichado país, bajo el yugo ominoso del déspota del Brasil. Unidos por su patriotismo, guiados por su magnanimidad, han emprendido el noble designio de libertadores.... Cesen ya, pues, nuestros sufrimientos. Empuñemos la espada, corramos al combate y mostremos al mundo entero que merecemos ser libres. Venguemos nuestra patria; venguemos nuestro honor, y purifiquemos nuestro suelo con sangre de traidores y tiranos. Tiemble el déspota del Brasil de nuestra justa venganza..... Argentinos Orientales: las Provincias hermanas sólo esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos. La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés de que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros. Decidios, pues, y que el árbol de la libertad, fecundizado con sangre, vuelva a aclimatarse para siempre en la Provincia Oriental. Compatriotas: Vuestros libertadores confían en vuestra cooperación a la honrosa empresa que han principiado.
Colocado por voto unánime a la cabeza de estos héroes, yo tengo el honor de protestaros en su nombre y en el mío propio, que nuestras aspiraciones sólo llevan por objeto la felicidad de nuestro país, adquirirle su libertad. Constituir la provincia bajo el régimen representativo republicano, en uniformidad a las demás de la antigua unión. Estrechar con ellas los dulces vínculos que antes la ligaban. Preservarla de la horrible plaga de la anarquía y fundar el imperio de la ley. He aquí nuestros votos. Retirados a nuestros hogares después de terminar la guerra, nuestra más digna recompensa será la gratitud de nuestros conciudadanos. Argentinos - Orientales: El mundo ha fijado sobre vosotros su atención. La guerra va a sellar nuestros destinos. Combatid, pues, y reconquistad el hecho más precioso del hombre digno de serlo. Campo volante, abril de 1825. — Juan A. Lavalleja."

Con el desembarco, lograron establecer una cabecera de playa, a pesar que existía una resistencia armada de aproximadamente 500 hombres. A pesar de las duras dificultades iniciales que provocaron que desertaran algunos soldados, luego de apresarlos Lavalleja dispuso el indulto porque faltaba gente (para salvar el principio de diciplina, debieron jugar a los dados su vida; uno sólo fue ejecutado); contaron con la adhesión de "gauchos" riograndenses y pernambucanos (adversarios de Pedro I por problemas internos del Brasil) y contactos adentro de Montevideo (gestiones de Josefa Oribe de Contucci, hermana de Manuel).

Con la posterior incorporación del general Rivera, se dan los triunfos de Rincón de la Gallinas y Sarandí, de modo que el congreso General Constituyente, en nombre de los pueblos que representa, reconoce al Uruguay de hecho incorporado a la República de las provincias Unidas del Río de la Plata.Lavalleja, enterado, lo anunció a la Provincia Oriental y señala "ya están cumplidos vuestros deseos; ya estamos incorporados a la gran nación Argentina". Y el Brasil, en rápida respuesta, le declaró la guerra a Buenos Aires que festejó sin embargo la victoria que logró Lavalleja en Sarandí. La muchedumbre porteña desbordó a las fuerzas de seguridad, asalto el consulado del Brasil, arrancó y destrozó los emblemas de Pedro I ("profiriendo mueras al emperador de los macacos", según relataba en su informe el consul agredido). La guerra se generalizó: el almirante Brown, al mando de la flota del ejército"republicano" venció a los brasileños en Punta de Lara y en Punta del Indio. Oribe, por su parte, logró la victoria del Cerro (las fuerzas imperiales quedaban encerradas en el puerto bien amurallado y bien abastecido de Montevideo).

Pero asomaron pronto divergencias entre los orientales que se acentuaron cada vez mas, hasta la decisiva participación de Inglaterra en el conflicto, promoviendo la separación de la Provincia Oriental tanto de Agentina como del Brasil. (vid. "Historia de los Orientales"Tomo I De la Colonia a Rivera y Oribe, Carlos Machado; idem Luis Arcos Ferrand. “La Cruzada de los Treinta y Tres”.Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos - Vol. 151, Ministerio de Educación y Cultura, Montevideo, 1976)

Importa señalar por último, el recorrido de los héroes libertadores: de Occidente a Oriente, donde desembarcaron y obtuvieron con sobresaltos, el bien mas esquivo a los mortales: la victoria y la libertad.

Las mismas ansias, pero mas modestas que cada fin de semana anima a muchos navegantes a cruzarse hasta los puertos uruguayos. Por último, sólo se trata de obtener algo de la libertad que nos legaron nuestros fundadores y que día a día debemos defender de los sempiternos desdichadores
(Una imagen desde el Río hacia la ciudad de Buenos Aires, a la caída del sol en Oriente ....)
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