Masonería argentina e internacional. Estudios y propuestas masónicas.

jueves, 11 de septiembre de 2008

SOBRE CIENCIA Y MASONERIA por el Dr. Alfredo GRANDE

Sobre Ciencia y Masonería (Sección Estudios históricos de francmasonería) Revista Hiram Abif - Conferencia leída en la R:.L:. «José Martí» N° 168, el 27 de julio de 1981, e:.v:. por el R:.H:. Alfredo Grande.
Esta Conferencia fue publicada en un folleto (2004), por la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, en el año 1981, con comentario del V:. H:. Ricardo E. Polo. Edición 2004 Colección CUADERNILLOS - Edita Revista Hiram Abif con el auspicio de LogiaRED

Comentario preliminar:

Comentar este trabajo parece una irreverencia.
La personalidad del R:. H:. Alfredo Grande hace honor a su apellido y habiendo sido en vida un médico que cabalmente cumplió el juramento hipocrático, completa su personalidad el haber sido un Masón de un metal puro y resplandeciente.
Los hombres que trascienden por sus hechos, alcanzan en el conciente de sus contemporáneos el respeto y la consideración. Y en las generaciones que los suceden, constituyen una guía que ilumina sus pasos hacia la búsqueda de la Verdad. Como es el caso de los masones.
En tiempos de confusión, pero mediaticamente creídos de ser poseedores de ciertas llaves para el Conocimiento, no siempre surgen personalidades con la suficiente ponderación como para expresar la maestría y orientar, mediante su prédica, a quienes están dispuestos al delicado trabajo de separar la paja del trigo...
El caso del R:. H:. Alfredo Grande es el de un masón cuyo lenguaje, diáfano, claro, sintético, permite comprender los alcances de sus definiciones.

Esta Conferencia por él pronunciada, viene hoy a llenar uno de los tantos vacíos que se manifiestan en la contemporaneidad de tanta mediocridad que nos circunda.
Sus definiciones relativas a la Ciencia y su relación con la Masonería, hace que queden expuestas muchísimas contradicciones que se manifiestan hoy en nuestros Talleres.
No cabe duda que a través del tiempo son muchos los conceptos o que cambian o que se deterioran. Y algunas ideas liminares es como si se «oxidaran». Unas veces a causa del abandono de su tratamiento, al ser consideradas axiomáticas o paradigmáticas, suponiendo que todos acatan su significado. Y otras por causa de la acumulación de «supuestos», que se multiplican a medida que los Trabajos se redactan en la medianía de ese tiempo que hemos calificado de mediocre.

Cada profano que ingresa a la Orden viene con su bagaje de profanidad, que decimos se irá puliendo a través del estudio de nuestra simbología y el contenido Ritualístico de la doctrina masónica.

Pero si en el trayecto que necesariamente debe caminar el Iniciado, lo que abreva no está conteste con los arcanos masónicos que devienen evolutivos y transformadores, seguramente obtendremos un eslabón de escasa calidad y poco apto para la construcción de ese «templo ideal», que realizamos teniendo como objetivo el Progreso de la Humanidad.

Y uno de los factores fundamentales del masón, librepensador por antonomasía, es el Conocimiento que pueda tener sobre cosas tan fundamentales, como los aspectos esenciales de la Ciencia con relación a la Masonería.

La problemática de teísmos o deísmos; de teologías y dogmatismos, de misticismos religiosos o sincréticos, esoterismos ajenos al pensamiento masónico y cierta tendencia a las prácticas mistericistas, han invadido la Orden y desorientado a un gran número de QQ:.HH:. que creen con honestidad en los resultados del razonamiento y no el imperio de conceptos sin otro fundamento que la ciega fe del creyente religioso.

No nos pronunciamos contra religión alguna. No nos consideramos a - religiosos. Nos pronunciamos contra el irracionalismo y esas presuntas verdades que pretenden serlo por la «revelación», atribuida a los libros denominados sagrados, sin otro fundamente que la «creencia» por sí misma.

Cualquier verdad, para ser reconocida como tal, deberá tener el fundamento que indica el R:. H:. Grande en su trabajo. No se trata de una exaltación fundamentalista de los valores científicos. Sino de la metodología que a través de ellos, es posible postular para alcanzar esas verdades que luego serán axiomáticas.

Entenderemos que Ciencia y Masonería se complementan, a pesar de las tendencias actuales de cuestionarlas e imbuirse del New Age que, en su meollo, pretende reemplazar confundiendo la Razón con la Intuición, en función de presuntas formas alternativas de obtener el Conocimiento.

No discutiremos la legitimidad o no de tales tendencias, que a nuestro entender configuran la alienación de un tiempo de decepciones y de mediocridad emergentes. Solo pretenderemos «escuchar» los ecos de la elocuencia sensata, de un hombre que dedicó su vida a la medicina y a la comprensión de la realidad, de acuerdo con sus convicciones personales y aquellas que adquirió en la práctica fraterna de la Masonería.

Ricardo E. Polo : .

julio de 2004

Sobre Ciencia y Masonería

I Introducción

El autor de este trabajo no es filósofo, ni epistemólogo. Mi información es fundamentalmente médica, psiquiatríca y sicológica. Por lo tanto, inútil será buscar en estas páginas una erudición de la cual carecen.
Sin embargo, su lectura puede ser estímulo necesario para el replanteo de estos temas, tan pertinente dentro de la escuela de Sabiduría que es la Masonería.
El hombre siempre ha estado y estará en búsqueda de la verdad. Desde la respuesta animista, hasta la religiosa y positivista, han sido ecos para la pregunta siempre repetida: “Cómo somos”, “Cómo es el mundo que nos rodea”, “Qué es la vida”, “Qué es la muerte”.
Este trabajo es un aporte a la búsqueda de esa Verdad. Más exactamente, cuáles son los posibles derroteros por donde debe transitarse para intentar encontrarla. Además prevenir sobre aquellos itinerarios tentadores, pero que inevitablemente nos llevarán lejos de nuestra meta.

La realidad humana es compleja. La ciencia pretende iluminar solamente un área de la misma; el arte, por ejemplo, representa otra área igualmente importante. No podríamos elegir entre la teoría de la evolución, de Darwin y el Guernica, de Picasso, por más que en estos cuadros hay mucho de verdad histórica y en el evolucionismo mucho de belleza formal.

Por ello, las reflexiones de estas páginas se refieren a la verdad científica y en los métodos utilizados para la determinación de conocimientos sobre la realidad bio - psicosocial del hombre.
Sin embargo, al hablar de “verdad científica”, cabe una aclaración. La ciencia no busca hipótesis verdaderas: pretende que sean verosímiles, de valor operativo y refutable. El concepto de “Verdad” con mayúscula es extraño al pensamiento científico. Este más bien está lleno de muchas “verdades” con minúscula.

Precisamente acá reside su extraordinaria fortaleza. El fanatismo por una idea es extraño al pensar científico. Este debe ser lo suficientemente flexible para poder incluir los nuevos hechos permanentemente descubiertos.

Este trabajo es parte de una verdad: aquella en la cual el autor cree. Pero justo es explicitar que considero a todas estas páginas como introductorias de otros trabajos, donde queden reflejados otros aspectos de la verdad que acá solamente esbozamos o directamente omitimos.
II.- Sobre Ciencia y Razón


El lema de la Masonería es “Ciencia, Justicia, Trabajo”.
Esta invocación nos remite en su primer término al objetivo de este apartado.
Pero ¿qué entendemos por Ciencia?. Como toda definición, la que propongo es válida tanto por lo
que afirma como por lo que omite. Pero si tomamos la definición solamente como una excusa para reflexionar, bien podemos tomarla sin temor a que nos limite.

Entendemos por ciencia: un modo de conocimiento que aspira a formular, mediante lenguajes rigurosos y apropiados y, en lo posible, como auxilio del lenguaje temático, leyes por medio de las cuales se rigen los fenómenos. (Ferrater Mora). El conocimiento científico debe incluir un elemento descriptivo, ser pasible de comprobación experimental, y tener valor predictivo.
Se ha asimilado el conocimiento científico al conocimiento objetivo de la realidad, lo cual es totalmente cierto.
Desde el punto de vista operativo, diremos de todos modos que la ciencia es una actividad esencialmente humana, cuyo objetivo es la búsqueda de un tipo particular de conocimiento, para lo cual un respeto inclaudicable por la realidad es imprescindible.
Aún con el riesgo de que se considere mi afirmación como “objetivista”, diría que el mundo “ es como es y no como somos nosotros”. El verdadero investigador científico debe estar, dentro de sus límites, exento de prejuicios y deseos personales.
No pretendemos que no los tenga. Lo que si es imperioso, es que no interfiera ostensiblemente con su investigación.
Ignoro si Pasteur tenía especial interés en que la generación espontánea de vida fuera posible.
Sin embargo, su famosos experimentos que demostraron que toda forma de vida proviene de una forma de vida anterior, destruyeron para siempre la teoría de ese entonces, profundamente arraigada de la generación espontánea. El ingenio y paciencia demostrado por Pasteur en esta oportunidad es uno de los capítulos más importantes de la Historia de la Ciencia.
Toda teoría científica debe tener valor explicativo causal predictivo.
En un ensayo Einstein decía “El pensamiento y el método científico se diferencian de los corrientes en la mayor precisión de los conceptos y en la más cuidadosa y sistemática selección del material experimental, así como en la sobriedad de la lógica”.
Entiendo por tal el esfuerzo de reducir todos los conceptos y relaciones al menor número posible de ellos.
En otras palabras: la ley de gravitación universal, obra del genio de Newton, permite explicar y predecir tanto el comportamiento de un sólido que cae, como el giro de los planetas en sus respectivas órbitas.
Es por ello que la Ley de gravitación Universal permite reducir innumerables fenómenos a un principio general de acción. Es justamente esto, lo que significa “reducir” todos los conceptos al menor número de ellos.
Ahora bien: si el hombre es capaz de “Ciencia” debe haber una facultad, especialmente humana, que lo posibilite. A esta denominamos Razón.
Entendemos por tal la posibilidad de alcanzar conocimiento de lo Universal y necesario, de ascender hasta el reino de las ideas, ya sea como esenciales ya como valores, o ambos, (Ferrater Mora). De acuerdo con este concepto, la Razón humana incluye el intelecto. Por tal entendemos la capacidad de enunciar premisas lógicas y efectuar razonamientos inductivos y deductivos. Sin embargo no se limita a él.

La Razón humana está ligada a la comunicación simbólica, base del lenguaje humano, y en otras palabras: es la Razón la que nos guía en el descubrimiento de una teoría científica, pero también nos permite apreciar a una obra artística, compararla con otras producciones del mismo autor, evaluar su importancia y originalidad, desde ya muchas veces el impacto efectivo de una obra determinada puede llegar a bloquear totalmente o en forma parcial nuestro pensamiento.
Si al escuchar la Patética de Tchaikowsky nos emocionamos profundamente, es posible que no estemos en condiciones de evaluar la técnica musical del pianista, ni la justeza de la dirección de la orquesta.
Pero no solamente una obra de arte puede impactarnos emocionalmente. Cualquiera que haya leído los pacientes experimentos de Mendel con las arvejillas, que le permitieron formular las leyes de la herencia genética, no dejará de emocionarse por el tesón y la humildad de este monje.
Contemplar la bóveda celeste en un planetario, puede llegar a despertar emociones análogas a la de un cuadro de un pintor famoso. Aún recuerdo la viva emoción que sentía al terminar de leer “Los dioses tienen sed” de Anatole France, pero no fue menor la que experimenté la primera vez que contemplé una colonia de pingüinos en su ordenamiento majestuoso y pacífico.
Es habitual describir un cierto antagonismo entre afecto y razón: La famosa antinomia entre hacer cosas “con la cabeza” o “con el corazón”. Hoy se sabe que esto refleja un conflicto entre dos tipos de razón, la analítica, que corresponde al funcionamiento del hemisferio cerebral izquierdo, y la holística, patrimonio del hemisferio cerebral derecho.
Es notable, por ejemplo, que muchos ejercicios de meditación, característicos de muchas filosofías
orientales, son en realidad estímulos específicos para el hemisferio cerebral derecho. Producen por lo tanto, un tipo de conocimiento “global”, cualitativamente diferente al que se consigue con la estimulación del hemisferio cerebral izquierdo, que es deductivo y parcelar. De todos modos, es la Razón humana resultante de la fabulosa especialización de nuestro cerebro, quien comanda nuestra función intelectual y afectiva.

III.- Metodología de la investigación


En la investigación científica pueden distinguirse dos contextos: uno denominado de descubrimiento y el otro de justificación o prueba.
Recién después de pasar este segundo nivel, podemos hablar de conocimientos científicos. Ahora bien: es evidente que el primer contexto, posibilita al desarrollo del segundo. Y es el primer contexto donde obra especial importancia otra facultad humana, que el hombre comparte con muchos animales, y que se denomina intuición.
Por tal entendemos la visión directa inmediata de una realidad, a la comprensión directa inmediata de una verdad.
Es condición para que haya elementos intermediarios que se interponga en tal visión directa.
Los caracteres de la intuición son: directa, inmediata, completa, adecuada.
Es evidente que estas características son opuestas a las del razonamiento deductivo. Sin embargo, si recordamos lo expresado en el párrafo anterior, nada impide considerar la intuición como una función del razonamiento holístico totalizador del hemisferio cerebral derecho. De todas maneras, y a los efectos operativos, mantendremos la diferencia entre razón e intuición.
Veamos un ejemplo de esto: en una habitación un perro está echado, dormitando apaciblemente. De pronto se sobresalta y queda en posición de alerta. Intuye la presencia del amo. Ruidos apenas perceptibles o directamente inaudibles para el oído humano, un olor característico lo pone sobre aviso. El perro posee en ese instante de un conocimiento del que antes carecía.

Si lo verbalizáramos, podríamos decir: “mi amo ha llegado”. Sin embargo, resulta claro que este tipo de conocimiento no podemos denominarlo científico. Inclusive podrá establecerse un reflejo condicionado, el animal tendrá la misma reacción a la misma hora todos los días. Esto, por supuesto, en el caso de un amo especialmente puntual y metódico.
A esta facultad denominamos intuición sensible, ya que depende de un registro sensorial para poder ejercerse.

Como nuestro sistema nervioso central funciona como una pantalla que nos protege de los estímulos excesivos o perjudiciales, la mayoría del registro sensorial posible no es percibido conscientemente. Lo mismo pasa con el espectro de la luz, que solamente es visible en una estrecha banda.

Si fuéramos capaces de percibir la radiación infrarroja, bien distinta sería nuestra idea del mundo. Ahora bien: en el hombre además de la intuición sensible, es posible la intuición formal, la volitiva e intelectiva.
Todos gozan de las mismas propiedades ya enunciadas.
Quizá un ejemplo aclare todo esto. Tomemos el clásico ejemplo de Newton contemplando la caída de la manzana. Intuye sensiblemente dicha caída, intelectivamente la Ley de la caída de los cuerpos. Este es el contexto del “descubrimiento” y el momento creador por excelencia. El lenguaje vulgar sería cuando decimos: “se prendió la lamparita”.
Imposible prescindir de este momento, pero también lo seria limitarse a él.
El científico que busca la verdad, someterá su intuición a todo el proceso conocido como método experimental. Su ratificación o rectificación, le dará recién categoría científica, valor de verdad.
Recién podremos contar con un nuevo conocimiento de nuestra realidad.
Se cuenta que Linux Pauling, el físico atómico, intuyó la existencia de una partícula subatómica llamada mesón.

Según él, dicha partícula no tenía masa, ni carga de electricidad. Solamente tenía “momento magnético”. Sometida esta afirmación a los métodos de comprobación y experimentación habituales, pudo determinarse la existencia del hipotético mesón.
Recién entonces este pasó a formar parte de los conocimientos sobre el Universo subatómico.
Tres son los planos de conocimientos posibles: el óptico, que refiere a la realidad de las cosas; el ontológico, que abarca las teorías que sobre las cosas que hacemos y finalmente el plano epistemológico, desde donde se teoriza sobre las teorías desarrolladas en el plano anterior.

Volviendo al ejemplo de Newton y a la Ley de gravedad de los cuerpos.
En el plano óptico: las cosas caen.
En el ontológico: una hipótesis, luego teoría, y luego ley que explica ese caer: Ley de gravitación universal.
Y finalmente, el plano epistemológico, desde el cual esa teoría de la gravitación puede ser rectificada, total o parcialmente, ampliada, etc.
Esto puede hacerse desde otra perspectiva teórica, cual sería, por ejemplo, la Teoría de la Relatividad. Es precisamente el genio creador quien puede cumplir todos esos pasos.
Desde el nivel concreto de observación más sofisticada, el investigador más humilde debe muchas veces contentarse con esforzadas experiencias y arduos razonamientos lógico-matemáticos, que cimenten el conocimiento científico.
Es importante destacar que en el nivel óptico de los hechos, su observación y registro, hay una serie de ellos que recién actualmente son admitidos para su tratamiento ontológico; desde hace unos quince años.
Me refiero a los denominados “parapsicológicos” “supranormales", etc.
Tanto es así, que en muchos países la parapsicología y su estudio tienen nivel científico y se realizan en universidades.
La telepatía y la telekinesia, para citar dos de las más conocidas, han sido experimentalmente comprobadas. Si bien la intuición intelectiva de estos hechos es antiquísima, recién ahora su abordaje científico permite rescatarlos de la ignorancia y el prejuicio.
Y naturalmente, descartando las adulteraciones y fraudes, sabemos que hay telépatas y clarividentes trabajando para los servicios de seguridad de varios Estados.
Nada autoriza, sin embargo, a considerar a estos fenómenos como extrasensoriales, antes bien, se trata de una función diferenciada o cualitativamente de nuestro sensorio.
Pero son tan normales, como por ejemplo, la capacidad de memoria. Su abordaje es mucho más difícil pero también más factible. Por lo tanto no se trata de “creer o no creer” en la telepatía.
Su tratamiento científico impide que sea cuestión de opinión personal.
La primer exigencia para que esto sea posible, es el reconocimiento de la existencia de determinados hechos. En ciencia, esto se denomina: los datos de la base empírica. Es posiblemente en este nivel donde los prejuicios e intereses creados obstaculizan frecuentemente el conocimiento. “Nada es más revolucionario que la verdad”, dice un conocido adagio. Esto lo saben demasiado bien muchos gobiernos que sistemáticamente omiten o distorsionan datos de la realidad. Recordemos que los datos recogidos por el censo nacional del año 1970, no fueron publicados totalmente.

Y es precisamente un censo el primer paso para realizar una abordaje científico de la realidad de un país, en el área que se requiera (salud pública, educación, vivienda, agua potable).
Si los datos de la realidad se modifican, las conclusiones a las que podemos llegar pueden ser absolutamente inútiles. La moderna técnica conocida como “desinformación” se ocupa especialmente de esto. Es muy conocida la frase de que “hay pequeñas mentiras y grandes mentiras y estadísticas.

Con un manejo hábil (y habitualmente deshonesto) podemos crear tantas “realidades” como se quiera. Muchas veces sin necesidad de falsear datos; simplemente omitiendo aquellos que resultan conflictivos. En esto reside quizás, la principal virtud del espíritu científico: el respeto insobornable por la realidad tal cual se ofrece a nuestros sentidos.

Este fue el pecado que la Iglesia no perdonó a Galileo. Después de todo ¿quién era él para decir que las cosas eran como las observaba y no como estaban descriptas en las Sagradas Escrituras?
Sin embargo, por más dudas idealistas que un hombre tenga sobre las posibilidades de conocimiento, cuando tiene sed tratará de tomar agua. Es por ejemplo, sabido que para que un motor a explosión, conviene echarle nafta. Debemos por lo tanto mantener este respeto por la realidad, si queremos lograr que funcione.

En este caso, por realidad entendemos justamente: características del motor a explosión y el combustible que permite su funcionamiento.

Poco le importará a este lo que nosotros sintamos, deseamos o queremos al respecto. Intentemos hacerlo funcionar con naranjada y estaremos esperando el auxilio mecánico mientras otros circulan.
Y para dicho personaje, los autos funcionan con naranjada. Esta será su verdad pero es una verdad personal.

Y entramos entonces en el campo de las ideas delirantes, tan parecidas a veces a algunas ideas filosóficas y religiosas.

La inestimable ventaja que la ciencia posee, es que gracias al denominado método experimental, determinará rápidamente la absoluta inutilidad de la naranjada para producir una explosión.
Las verdades científicas tienen valor universal; esto no significa que sean eternas y absolutas.
Implica que mientras sean valederas por el desarrollo científico- técnico, lo son para todos.
Cualquier estudiante con un sencillo microscopio óptico, comprueba y verifica la teoría celular.
La filosofía en cambio, no puede tener respuestas tan categóricas. Sobre todo en el plano de las
teorizaciones más abstractos y especialmente en el campo de las ideas religiosas. Sin embargo cuando se sostiene que una raza es superior a otra (la blanca sobre la negra, la aria sobre la semita) nuevamente la ciencia puede auxiliarnos.

La antropología ha demostrado en base a sus pacientes y extraordinarios hallazgos, que absolutamente todos los hombres que ocupan la superficie de la Tierra, descienden de la especie homo sapiens, que apareció aproximadamente hace unos 50 millones de años.

La afirmación de cualquier supremacía racial es falsa desde el punto de vista científico.

La filosofía nazi podrá aspirar a ser una verdad de fuerza (genocidios mediante) pero nunca una verdad de razón. Por lo tanto podemos afirmar que la filosofía nazi representa una aspecto irracional del hombre: aquél que modifica la realidad de acuerdo a sus deseos o necesidades.
Exactamente lo opuesto de la verdad científica, independientemente de los deseos y aspiraciones de quien las formula.
IV Ciencia y Realidad

El hombre es la única especie que intenta y consigue la lenta transformación del mundo. Pretende que las leyes de la Naturaleza se detenga ante él. Extermina las otras especies y aniquila individuos de su misma especie.

Sin embargo, es capaz de ciencia. Y esta, a lo largo de la historia de la humanidad, ha permitido que el hombre fuera derrotando a los enemigos que atacaban su estadía en la Tierra. No es menos cierto que ha creado otros nuevos. Los denominados ecologistas hacen un justo hincapié en esto. Pero no creemos equivocarnos si afirmamos que muchos de los problemas suscitados por el extraordinario desarrollo técnico son debidos más a problemas políticos que a insalvables escollos originados por el progreso científico.
El hombre modifica permanentemente su mundo externo, tanto natural como cultural. A su vez, este lo modifica a él. Es agente de cambio que al mismo tiempo debe modificarse para no perder capacidad creativa u operativa.
Para esta tarea la ciencia es un auxiliar imprescindible. Algunos ejemplos lo demostrarán. Una de las controversias más importantes en la historia de la ciencia fue sobre la naturaleza de la luz.
Dos teorías, la corpuscular y la ondulatoria se disputaron la supremacía durante mucho tiempo.
La segunda postulaba la existencia de un fluido especial, el éter, en el cual estarían inmersas absolutamente todas las cosas y a través del cual propagaría las ondas luminosas, análogamente a como se propagan a través del aire las ondas acústicas.

Numerosas experiencias fueron demostrando los artificioso y forzado de la hipótesis para fundamentar la existencia del eter. Finalmente, esta teoría se desacreditó completamente, reconociéndose la identidad estructural entre las hondas eléctricas y luminosas, siendo la longitud de onda de las primeras, muchos más grandes que la segunda.
Durante muchos siglos se sostuvo que la Tierra era el centro del Universo. Esto estaba de acuerdo tanto con los datos de los sentidos (era fácil observar a los astros girar alrededor de la Tierra) como el deseo de los hombres: no dejaba de ser alentador sentir que uno era el centro de la Creación Divina.

Copérnico y Galileo impusieron un orden diferente menos satisfactorio pero más real. El famoso (e pur si muove) es uno de los desgarradores gritos cuando algunos hombres intentaron persuadir a la humanidad sobre la verdad y el peligro de los prejuicios y el dogma.

La Tradición de Galeno en la Medicina paralizó durante siglos el conocimiento científico. Este médico que vivió entre el primer y segundo siglo de la era Cristiana, llegó a tener un predicamento tal, que cualquier teoría que lo contradijera era rotulada como “herética”.
Pensemos en el Siglo XVI, cuando Vesalio describe la verdadera anatomía del cuerpo humano, ya que Galeno había disecado cerdos, cosa que omitió aclarar y se lo acusó de falsedad por que no estaba de acuerdo con Galeno.

Incluso el mismo Vesalio fue muy cauto el negar la existencia de los poros interventriculares postulados por Galeno, limitándose a señalar: “en cuanto a los poros interventriculares son muy difíciles de observar en condiciones ordinarias”.

Rindamos homenaje en Vesalio, al titánico esfuerzo de respetar la realidad sin ofender al poder de la época.
Cuando Guillermo Harvey, en el siglo XVII describió la circulación de la sangre, se dijo que estaba equivocado, porque Galeno lo había descrito en otra forma. Veamos acá cómo una pretendida verdad científica deviene dogmática y supersticiosa.

Porque es precisamente mérito mayor de la ciencia permanentemente reelaborar y modificar sus hipótesis y teorías cuando nuevos hechos, es decir, la base empírica, lo exigen.

Es asombroso pensar que en la moderna física atómica, una teoría tiene una vida media de una semana.

El hombre también busca transformarse hacia adentro. En otras palabras: si el hombre forma parte del mundo, su propia transformación es una de las tareas prioritarias que le caben, y posiblemente una de las que garantizan su presencia en la Tierra.

Una ciencia que podemos denominar moderna, la etología, tiene respuestas para este problema. Su objetivo de estudio es el comportamiento animal. Pretende estudiar aquellos mecanismos (conducta) que hacen posible la vida social, sexual, migratoria, alimenticia, etc.
Como un ejemplo, trataremos de demostrar cuál es la conducta científica frente a un determinado enigma.

Nos interesa averiguar mediante qué mecanismo, la mamá gansa reconoce a su polluelo cuando sale del cascarón y procede a alimentarlo. Desde ya es tentador postular un instinto maternal de mamá gansa a sus hijos. Esto, habitualmente se hace con la especie humana.

Pero la ciencia trabaja sobre los denominados conceptos primarios: los que están ligados a la experiencia sensible. Determinadas experiencias y observaciones demostraron que el polluelo recién nacido emite un sonido que inhibe la agresión de la madre gansa sobre él. Si colocamos a una gansa sorda al lado del polluelo, este no sobrevivirá a los ataques de su ahora enemiga. La base experimental muestra, por lo tanto, la presencia de muchas especies de mecanismos de inhibición de la agresión. Estos permiten la autodefensa del individuo y especie, pero impiden la agresión.

En otras palabras: al nacer el polluelo inhibe con sus gritos la agresión de la madre hacia él, que de otro modo lo mataría. Incluso se observa en las luchas por obtener territorio que el derrotado huye mucho antes de perecer. Hay ceremoniales exhibicionistas en los cuales el animal más grande no necesita pelear, ya que el más pequeño opta por la huída frente a la inútil contienda.

Poder desarrollar estos mecanismos en la especie humana tendría un importante valor para impedir la existencia del hombre sobre el planeta. Es probable que muchos descubrimientos científicos puedan no agradarnos. Pero resulta imposible ignorarlos, si pretendemos que el hombre pueda ir cumpliendo gradualmente su ideal de progreso.

Cualquier concepción filosófica sobre el hombre que no incluya los descubrimientos sistematizados por Charles Darwin en “El origen de las especies”, no puede aspirar seriamente a dar respuestas válidas sobre “qué es” el hombre.

Es posible que la ciencia no deba aspirar a constituirse en un sistema totalizador de pensamiento.
Sin embargo, es ella la que aporta los datos a partir de los cuales es posible la construcción de toda cosmovisión. Desconociendo la base empírica, nos acercaremos más a la formalización de un sistema delirante, que al de una verdad universal.

V Masonería y el problema de la verdad
En nuestra Declaración de Principios, podemos leer: “La Masonería es una institución esencialmente filosófica, filantrópica y progresista. Son sus principios: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Su lema: Ciencia, Justicia y Trabajo. Se propone la investigación de la verdad, la perfección del individuo y el progreso de la Humanidad.”
Mas abajo leemos: “Para el esclarecimiento de la verdad no reconoce otro límite que el de la razón humana basada en la Ciencia”

En un Ritual del Primer Grado de 1943 leemos: “No reconoce la francmasonería en la investigación humana, ninguna autoridad superior a la razón humana”. En un Ritual del 3er grado simbólico (1966) leemos: “Recordad que para nosotros representa el Maestro Irma, la humanidad tal como la concebimos nosotros los masones, es decir, reinando en su seno la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, engendradoras de la Virtud y poderosos auxiliares para la investigación de la Verdad”.

“Observa que la ciencia por si sola no produce sino autómatas más o menos peligrosos quizás, y que Sobre Ciencia y Masonería solo la Virtud es la que verdaderamente crea a los hombres”.
Creo que en las páginas anteriores hemos encontrado elementos para poder pensar estas afirmaciones. El espíritu científico, que nutre al Hombre de humildad, paciencia, método, hábitos de pensamiento, confianza en la fuerza de su razonamiento, cierta razonable prescindencia de los resultados que encuentra, son el único camino para iluminar a un hombre responsable de su destino individual y social.
Sin embargo, no es suficiente.
La Verdad fundada en la ciencia es precondición de virtud, pero no es la virtud misma. Sabemos cómo en muchos hombres opera la denominada disociación intelecto-afectiva. Es decir, piensan
de una manera pero actúan de otra completamente opuesta. Lamentablemente, saber de algo no
es sinónimo de actuar coherentemente con ese conocimiento.

Saber” de Masonería no es lo mismo que “ser masón.
Pero la ciencia con su tesonera búsqueda de datos, si infatigable construcción de hipótesis, su persistente formulación de teorías, nos enseña cómo son las verdaderas “reglas de juego” de la Naturaleza y de la sociedad. Lamentablemente, una Verdad puede esgrimirse para justificar una mentira.

Es cierto que la población mundial aumenta en forma geométrica y los recursos disponibles en forma aritmética, ¿no es esta la causa del hombre en el mundo? Suponer esto como causa de la trágica endemia que la subalimentación representa implica no tomar en cuenta otro dato de la realidad: el crónico desaprovechamiento de los recursos naturales por infracultivo o por eliminación de excedentes productivos para no disminuir los precios internacionales.
Nuevamente, la ciencia tiene mucho que decir respecto a la solución del hambre.

Debe capitular ante los intereses político-económicos. La ciencia es el alerta más idóneo contra las verdades parciales, sectoriales, de grupos o de clases.

Las ideas que sobre lo verdadero se forman los hombres, cuando están saturadas de afecto, llegan inevitablemente a la intolerancia y al fanatismo. La ciencia puede estudiar y conocer todos los aspectos de la realidad. Variará sus métodos, pero no sus objetivos. Desde el cálculo de la distancia de una galaxia lejana, hasta el estudio de las facultades de la mente humana. La razón humana seguirá siendo el verdadero timón del avance del hombre en la búsqueda de su verdad. Será nutrida con todos los elementos de la compleja realidad que la naturaleza humana pueda brindar.

El imprescindible conocimiento intuitivo solo aspira a ser legitimado como científico y verdadero, cuando a partir de una apertura nueva, pueda convalidarse con las verificaciones habituales del método experimental.
La intuición genial de Mendeleiev al postular la existencia de elementos químicos aún no descubiertos, la de Linux Pauling ya citada, el siempre citado ejemplo de Arquímedes y su mítico “Eureka”, recién pueden aspirar a gozar de categorías científicas cuando otros investigadores e inclusive ellos mismos, buscaron sus últimas verificaciones.

En ciencia, todo puede ser falso hasta que no se demuestre que es verdadero. Qué diferente con otras actividades humanas, donde todo puede ser verdadero, incluso los disparates más alejados de la realidad, hasta que no se prueba que es falso.

Pasteur pudo hacerlo con la teoría de la generación espontánea.
En otros terrenos pudo no ser posible. Es por ello que sigue siendo tarea permanente del hombre que ama la verdad, alertar sobre aquellas formas de conocimiento, que so pretexto de una búsqueda de “verdades últimas”, nos llevan por el sendero de la ilusión y de la fantasía. Solamente los poetas tienen esta licencia, ya que ellos no buscan la verdad: se contentan con la belleza. Que no deja de ser una forma de verdad, pero de naturaleza completamente distinta.
A nadie se le ocurriría criticar un soneto porque hace una afirmación poco científica. Sin embargo, no son pocos los que atacan las verdades de la ciencia porque no son estéticas. Por ejemplo: es mucho más hermoso suponer que el hombre fue creado a imagen y semejanza de un ser perfecto. Bastante desagradables es aceptar que desciende de un homínido de aspecto simiesco.

El juicio entablado contra un maestro de escuela de Estados Unidos en la década del 20 por enseñar la teoría de Darwin, mostrará que las consideraciones anteriores no son superfluas.
En una obra teatral (Heredarás el viento) se dramatiza ese episodio: es el paradigma de la eterna lucha entre las mentiras hermosas y las desagradables verdades.
El Hombre de ciencia se inclina siempre ante las últimas. Hay niños que cuando descubren que los reyes magos son sus padres, no pierden su capacidad de disfrutar sus regalos. Han descubierto una verdad más trascendente aún: sus padres buscan su alegría y felicidad.

Y aquella mentira hermosa de Melchor, Gaspar y Baltasar y sus camellos, ocupan un lugar en la fantasía, pero no más en la realidad. Por primera vez, tienen una aproximación científica al 6 de enero.

Y pensamos como Goethe: “la condición primera y última de todo genio, es el amor a la Verdad. Y es precisamente este amor a la Verdad que la ciencia permite desarrollar en sus más ambiciosos términos

(1) Esta Conferencia fue publicada en un folleto, por la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, en el año 1981
N.del Responsable del blog: Agradezco profundamente a mi R.:H.: Alfredo GRANDE el consentimiento prestado para engalanar con su ponencia este trabajo. De tal modo, continuando una tradición heredada del Colegio Nacional de Buenos Aires, seguimos siendo generosos en la labor intelectual y más con nuestros HH.:
Señalo la pertenencia del Dr. Alfredo GRANDE a las mas novedosos adscripciones del pensamiento psicoanalítico y su fecunda labor como Presidente de la Cooperativa "ATICO" de Salud Mental con sede en Teodoro García 2578 de esta Ciudad Autónoma. Permanente el Dr. GRANDE está al frente, convocando, moderando, acompañando a las vanguardia del quehacer "psi" sin olvidar el trabajo comunitario e inclusive la actuación actoral, en la línea de los grandes maestros del pensamiento.
A él pues, un verdadero y cordial abrazo fraterno y mas.:
Carlos Berini

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