Masonería argentina e internacional. Estudios y propuestas masónicas.

miércoles, 31 de octubre de 2012

LA "DOCENCIA" MASONICA


A partir de una iniciación regular, nuestra actuación en el mundo profano y en el trabajo iniciático debe ser el resultante de la puesta en práctica de los principios de la Orden y del simbolismo que la anima.

Esta práctica vital es la praxis donde radica el verdadero aprendizaje, consecuencia de la doctrina y el conocimiento sustentados básicamente en el simbolismo.

El simbolismo se vincula con el inconsciente individual y colectivo,  y con la aptitud racional del individuo que le permite filosofar: este estudio reflexivo es fundamentalmente elaborado por el individuo en forma personal, sirviendo la masonería a través de sus símbolos y ritos como canalizadora metodológica del quehacer intelectual.

Se estudian los símbolos fundamentales del grado y la forma cómo abordarlos, con especial énfasis en la necesidad del conocimiento individual, como paso previo del auto perfeccionamiento.

Ahora bien: ¿cómo se ejecuta ese estudio?, ¿cómo se transmiten los conocimientos en forma simbólica?

Razonemos: la cultura propia de cada individuo le ha sido brindada por su entorno y sido también adquirida por el esfuerzo personal (trabajo, estudio, deporte), o sea por diversos factores pero siempre en forma profana, desde el mismo momento que comenzó a comer hasta el tiempo en que comenzó a leer y escribir.

Ahora, el iniciado debe reinterpretar la cultura que la ha sido transmitida y transferida, pero ahora debe hacerlo desde un tiempo y espacio propios de la iniciación masónica. De tal modo, cualquier método no iniciático de trasmisión cultural es a-gnóstico y por tanto no masónico.

En segundo término, es evidente que el espacio temporal y espacial de la logia es indispensable para pulir su intelecto y comprensión de las cosas, de modo tal que podríamos afirmar que esas circunstancias crean el fenómeno de transculturación del iniciado. La cultura heredada o adquirida, es modificada superlativamente yendo inclusive más allá de lo profano: en tal dirección de pensamiento, la “docencia” masónica es absolutamente contracultural.

En tercer término, se observará un nuevo lenguaje: el simbólico, caracterizado por su polisemia, la multiplicidad de sus significados y significantes, en tarea absolutamente diferenciadora de los signos.

Concluiríamos satisfactoriamente diciendo que cualquier método de transmisión de conocimientos masónicos que no sea el propio de la iniciación y el de los rituales específicos de cada grado, es no masónico e inclusive antimasónico. Se explica así que el lenguaje racional no simbólico, con lleva la racionalización del discurso, tema éste que está en contra de las explicaciones brindadas mas arriba.

La respuesta individual al “conócete a ti mismo” y al “¿de donde venimos?” es elaborada por cada ordenado a través de un trabajo sutil pero permanente de pulido de sus condiciones naturales de personalidad. Esa tarea se realiza en las cámaras de instrucción y en las tenidas, buscando perfeccionar al hombre y a la sociedad.

Esto es, del “yo” al “tú” y del “tú” al “nosotros” como alguna vez perfiló Ortega y Gasset.

Esta búsqueda parte de la idea del cambio permanente y de la duda como requisito del destierro de los dogmas. 

La subsistencia del pensamiento dogmático (en cualesquiera de sus variantes, desde una retrógrada visión clerical sobre el aborto o sobre la naturaleza del placer sexual hasta el mantenimiento de la esclavitud económica a través del neoliberalismo o de la infra cultura de masas a través de los monopolios mediáticos) es el ámbito en el que podemos apreciar la dificultad diaria y presente del trabajo masónico, ejemplificado en el laicismo, en la tolerancia y en la convivencia democrática.

La idea de cambio, que hoy nos parece absolutamente natural, fue siempre revolucionaria: funda de tal modo el progresismo de la propia masonería mas allá de cualesquier encasillamiento clasista o político. Es evidente que desde la propia ceremonia de iniciación nos damos cuenta que se nos hace un llamado al cambio: primero al cambio individual y luego a la transformación social.

 
El cambio, puedo desechar cosas del pasado, sin ser destructivo ni irreflexivo; mas aún, puede y debe en algunos casos ser rápido y radical, y por tanto revolucionario, cuando las circunstancias así lo requieran.

 
En conclusión, el cambio necesariamente debe ser constructivo: construye un nuevo orden de cosas, de relaciones, de cosmogonías, de pensamientos y es consecuencia directa de la transmisión del conocimiento realizada por la “docencia” masónica.





 
 

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