Masonería argentina e internacional. Estudios y propuestas masónicas.

martes, 10 de febrero de 2009

TOLERANCIA

"Prefacio: Unas pocas palabras para señalar con legítima alegría la incorporación del trabajo que seguidamente leeremos, perteneciente a un distinguido masón y hombre de mar, quien ha preferido firmar con seudónimo su trabajo. La plancha que ponemos en conocimiento de todos, tiene el encanto mozarteano ( siempre la comparé con Una pequeña serenata nocturna). Seguimos pues nuestro camino publicando los trabajos de nuestros Hermanos para conocimiento del mundo de habla hispana. Carlos Berini"

El tema que abordamos, “la TOLERANCIA” representa hoy un espacio de reflexión. Reflexión acerca de cómo deben tomarse las decisiones colectivas en una comunidad organizada. Permitir que la diferencia se exprese, evitar el temor a la exclusión en virtud del disenso.

Es una paradoja que cuando se habla de tolerancia lo que se produce es una polémica.

La tolerancia es un fruto de la duda, de la duda tan temida. Es válido entonces preguntarse: ¿Decidir que algo es intolerable es siempre demostrar intolerancia? o dicho de otra forma: ¿Ser tolerante es tolerarlo todo?

La respuesta es NO, por lo menos si nos referimos a la tolerancia como virtud.

Podemos responder las preguntas preguntándonos a su vez: ¿Tolerar la violación, la tortura, o el asesinato sería virtuoso? ¿Cómo negar la existencia de lo intolerable?

Un matemático -en su materia- no se interesa por la tolerancia: la demostración le basta. Los científicos necesitan libertad, no tolerancia. Un científico no pediría, no aceptaría que sus errores fuesen tolerados, una vez conocidos. Tampoco sus incompetencias una vez demostradas. Pero no aceptaría la imposición de una manera de pensar. Para él no hay otras restricciones que la experiencia y la razón. Su único imperativo es la verdad y a eso se llama libertad intelectual.

Galileo Galilei -uno de los casos de abjuración más significativos- fue una de las mentes que se involucraron en la construcción de un intelecto que se emancipó de la vieja cultura metafísica de tipo escolástico. La necesidad de conocimiento significó el nacimiento de la idea de ciencia. El primer resultado decisivo de la obra de Galileo es la defensa de la autonomía de la ciencia de cualquier injerencia externa. El científico de Pisa recibió una amonestación solemne de parte del Santo Oficio, una sentencia que lo obligaba a no sostener nunca más “por voz o por escrito” la idea de que la Tierra giraba en torno al Sol.

¿Cuándo es menester, entonces, la tolerancia?

Desde el punto de vista científico podríamos prescindir y hasta rechazar la tolerancia pero esta puede ser pertinente desde la óptica filosófica, moral o religiosa.

Filosofar es pensar sin pruebas. Aquí si interviene la tolerancia. Cuando se conoce la verdad con certeza la tolerancia no tiene objeto. La tolerancia solo interviene cuando hay escasez de conocimiento. La verdad no obedece y por eso es libre.

Una buena formación intelectual se apoya en la defensa irrestricta de las propias ideas, pero manteniendo siempre el privilegio de cambiar de opinión. Surge así el hombre de la duda y el diálogo. El hombre que prefiere interrogarse, saber escuchar, intercambiar posiciones, es decir establecer el coloquio.

Desde la tradición teológica la tolerancia es entendida como “soportación” de un “error” de una “desviación” o de una “herejía”. Desde este punto de vista la tolerancia se ejerce en relación con aquello que se considera un mal. Soportar por razones prácticas, por prudencia, para evitar un mal mayor. No se impide aun pudiéndolo hacer. El respeto, en cambio, se dirige hacia lo que se considera un bien.

A partir del siglo XII se inicia un proceso en el que se confrontan por un lado, el derecho del individuo a pensar con libertad y del otro, el derecho de una institución que en posesión de la verdad supraindividual, reivindica para sí el derecho de establecer y, si es necesario imponer incluso, las normas del pensamiento individual.

En Francia, el Edicto de Fontainebleau que inicia un largo período de sangrientas persecuciones en contra de los protestantes. La matanza de la noche de San Bartolomé perpetrada en contra de los hugonotes, que se prolongó en días posteriores.

En Italia, Giordano Bruno es quemado vivo por NO negar que las estrellas fueran soles parecidos al nuestro y que el universo fuera infinito.

El Index Expurgatorius, lista de libros prohibidos, creada en 1558 – 1559 y que fuera actualizada por la Iglesia católica hasta 1965, año en que fue abolida por el Papa Paulo IV.

La encíclica Humanum Genus, la condena papal más fuerte y más amplia de la francmasonería; se promulgó en 1884.

En el siglo XXI somos asombrados testigos del renacimiento de esta actitud, sin embargo para no incrementar la polémica, veamos ejemplos más lejanos o distantes a nuestra actualidad nacional o internacional.

Para concluir con esta visión mínima del pensamiento dogmático permítanme mencionar algunos últimos ejemplos: una de las tesis más conocidas de Lutero: “Si un superior violento te oprime y atormenta piensa que es la voluntad de Dios, ármate de estoicismo y paciencia, y calla; si a pesar de eso te exaspera, te despoja de todo bien y acecha a tu mujer o a tu hija, entonces mete tus cosas en una carreta y vete lejos con resignada conformidad; en ningún caso es lícito oponer resistencia, suscitar rebeliones o asesinar al tirano, por que esto sería contrariar las decisiones divinas, que quizás a ti te parecen incomprensibles, pero frente a las cuales el hombre solo se puede inclinar con reverencia“.

Dogma versus ciencia. Dogma versus razón. Dogma versus libertad.

Para ser justos es menester mencionar por lo menos a dos pensadores que desde el interior de la Iglesia hegemónica de entonces y desde el judaísmo fueron capaces de defender el libre albedrío o libertad de conciencia. Uno de estos personajes fue Erasmo de Rotterdam en “Elogio de la locura”, refiriéndose al pontífice y a su corte que hacían la guerra en nombre de Cristo dice:
“… creen defender apostólicamente a la Iglesia, esposa de Cristo, si despedazan a los que llaman sus enemigos, como si los enemigos más peligrosas de la Iglesia no fuesen los pontífices impíos que con su silencio, hacen olvidar a Cristo… y con su vida escandalosa, crucifican a Cristo por segunda vez”.
Otro: Baruch Espinoza, quien sostuvo que la investigación filosófica es una empresa estrictamente personal que excluye cualquier principio de autoridad. Expulsado de la comunidad judía acusado de haber negado la validez de la ley de Moisés, al tiempo que sostenía la tesis de que el alma muere con el cuerpo y de que Dios existe solo filosóficamente. Espinoza exalta las libertades individuales y pondera el papel del estado, y es así, en términos filosóficos y políticos un pensador de la modernidad.

La palabra tolerancia, fue creada entonces. Etimológicamente, el concepto tolerancia procede del sustantivo latino tolerantia-ae, que puede traducirse, por un lado, como “sufrimiento” y “acción de sobrellevar, soportar o resistir”, y que es muy cercano a la indiferencia o al escepticismo; pero también existe otra acepción del concepto derivada de tollere, según la cual tolerar significa: “aceptar y respetar” otorgando “reconocimiento” al conjunto de creencias o posturas que no compartimos.

Las controversias religiosas del pasado legaron al lenguaje político el término tolerancia. Así hoy la tolerancia puede concebirse como el reconocimiento del derecho intelectual y práctico de los otros a convivir con creencias morales, éticas o religiosas que no aceptamos como propias.

El florecimiento del pensamiento liberal surge como respuesta a la intolerancia para con los librepensadores, intelectuales, políticos y científicos de la época.

Surgen entonces los elementos del tríptico de la modernidad: la fraternidad entre los individuos que integran la asociación política o el grupo; la igualdad y la libertad.

La tolerancia es la única respuesta posible a la imperiosa afirmación de la libertad inte -
rior que necesitan los hombres. El régimen democrático permite que la tolerancia se exprese en el camino de la búsqueda de la verdad. La que sólo puede ser alcanzada a través de la confrontación o de la síntesis inmediata de verdades parciales… la verdad tiene muchas caras.

La democracia es una costumbre: costumbre de la tolerancia.

De la lealtad.

De la buena fe.

Del respeto.

Como valor, la tolerancia es requerida por la democracia en la medida que resulta éticamente obligatoria. La democracia se funda en el respeto al otro. “Creo con firmeza en mi verdad, pero también creo que debo obedecer a un principio moral absoluto: el respeto a los demás”

La democracia no puede renunciar a defender el derecho aún por la fuerza cuando fuere necesario, y la libertad mediante la autoridad. Lo que debe determinar lo tolerable en tal o cual individuo o grupo, o en su comportamiento, es su peligrosidad efectiva. Una acción intolerante, un grupo intolerante, etc., deben ser prohibidos si, y sólo si, amenazan efectivamente la libertad o, en general, las condiciones que posibilitan la tolerancia. Esto deja espacio para la casuística en el mejor de los casos, y para la mala fe en el peor. La democracia con sus incertidumbres y sus riesgos, vale más sin embargo, que la comodidad y las certezas de un totalitarismo.

El totalitarismo es una dictadura que cree ser dueña de la verdad, una especie de tiranía de lo verdadero. Una dictadura impuesta por la fuerza es un despotismo; por la ideología, es un totalitarismo. De allí el terrorismo cuando los sectarios están en la oposición, y el totalitarismo cuando están en el poder.

El sujeto ideal del sistema totalitario no es el nazi convencido ni el comunista convencido, sino el hombre para quién la distinción entre hecho y ficción y la distinción entre verdadero y falso, ya no existe. El escéptico para quién todos son iguales, para quién obedecer los principios y la razón, imposibilita el desarrollo personal en la vida cotidiana, es el sujeto que en definitiva puede llevar a la corrupción. Por lo tanto, nada amerita el esfuerzo de oponerse a lo establecido o, a lo que cree establecido. Adopta entonces las soluciones rápidas, expeditivas, convencido de que todo esfuerzo es inútil. Cómodamente inútil.

La tolerancia se presenta como un principio inspirador del Estado liberal. Como el principio que permitió la afirmación filosófica y el reconocimiento jurídico de la libertad. El derecho de libertad religiosa, el derecho de libertad de opinión. Afirmación en la que la Ord.·. libró una de sus luchas más intensas y fructíferas. LIBERTAD – IGUALDAD – FRATERNIDAD.

Prejuicio y tolerancia

Hoy la tolerancia se refiere al problema de la convivencia entre minorías que pueden ser étnicas, lingüísticas, raciales; a la convivencia que permita la eliminación de las desigualdades sociales y económicas.

El prejuicio representa una actitud crítica e irracional de los hombres. Puede dar vida a una serie de opiniones e incluso de doctrinas. Opiniones o doctrinas que son aceptadas de modo pasivo ya sea por la tradición y la costumbre o por una imposición autoritaria. El prejuicio se resiste a toda refutación racional, por lo tanto pertenece a la esfera de lo irracional, al conjunto de creencias que no se originan en la razón.

Los conceptos prejuicio y discriminación, se encuentran estrechamente ligados: ambos producen intolerancia. En este sentido el prejuicio siempre se funda en una “razón práctica”. Razón práctica, que produce una fuerte identificación con el propio grupo.

Es importante distinguir entre los prejuicios colectivos y otros de índole individual. Los primeros implican la peligrosidad de originar formas consistentes de violencia social. Pero, colectivos o individuales, los prejuicios son creados por la ignorancia, el egoísmo, la obsesión o el temor.

El prejuicio se presenta muchas veces bajo la forma de una opinión no justificada, que puede ser favorable o desfavorable y que induce a actuar en consonancia con la misma. El prejuicio representa tanto un fenómeno social y cultural como el producto de una mentalidad de grupo que se ha formado en el tiempo.

Los actos de agresión y violencia en contra de comunidades; los ataques a países por parte de otros países; los ataques contra grupos minoritarios por parte de fanáticos, dependen del modo distorsionado con el que se forman los juicios de valor respecto de los otros, de los que son diferentes.

Es así que dentro de la sociedad global o en sociedades democráticas o de otro orden, se establecen jerarquías entre razas, culturas, religiones y valores que son considerados superiores o inferiores. Pensamiento que impide ver al otro como a un igual.

El prejuicio puede aparecer bajo la forma de apatía hacia el diferente, hasta la persecución sistemática en su versión más extrema. Como antaño, la fórmula sigue siendo la misma en el siglo XXI.

“Ellos, a los que perseguimos a causa de sus creencias, solo pueden salvarse si aceptan la religión verdadera –es decir la nuestra-”; “Ellos, a los que intentamos destruir están preparando nuestra destrucción”; “Nosotros sólo nos limitamos a ejercer el derecho de protegernos”.

En lo cotidiano la tolerancia nace de la necesidad de encontrar la equidad en las relaciones sociales y políticas que establecen los hombres. Dar para recibir. Por lo que es necesario el método de la persuasión y de la reciprocidad como una regla de justicia.

La tolerancia sólo se plantea en cuestiones de opinión. Por eso se plantea tan a menudo. Casi siempre nuestra ignorancia es más vasta que nuestro saber y lo que sabemos depende directa o indirectamente de algo que ignoramos.

Tolerar no significa renunciar a las convicciones personales, a su defensa y a su difusión, sino a hacerlo sin incurrir en imposiciones violentas. Lo que resulta más útil de esta postura es el rechazo al falso universalismo que tanto ha servido al encubrimiento de la dominación colonial y, en nuestros días, a la ideología de la globalización.

La relación ellos – nosotros, mayoría – minoría, da lugar al vínculo consenso – disenso. Esta dicotomía da lugar a una tensión entre quienes consienten y quienes disienten en el interior del grupo. La tensión así generada, que en algunos sentidos es una tensión dramática, amerita la búsqueda de una solución satisfactoria. Sería ilusoria una solución que sólo se funde en el consenso o sólo en el disenso. La solución deberá buscarse en la contemporánea presencia del consenso y el disenso. Sobre un consenso tal que no excluya el disenso. Sobre un disenso tal que no haga vano el consenso.

Paradoja que nace de la contradicción entre la igualdad y el derecho a la diversidad. El grado de incomprensión y de rivalidad depende justamente del modo en que se construyen los prejuicios. Uno de estos modos lo constituye la convicción de poseer la verdad a toda costa. Otro lo constituyen individuos o grupos predispuestos a acciones concretas antes de haber reunido y examinado suficiente información o basados en pruebas insuficientes o imaginarias.

La vida social de un grupo o comunidad que pretenda superarse y elevar su espíritu –no obstante desilusiones y amarguras- requiere promover la justicia y el diálogo, sobre la base de la igualdad de los diferentes y el combate a la supremacía y la prepotencia del más fuerte.

La intolerancia niega al otro. Siempre tapa la alteridad. No queremos ver al otro, lo negamos. La amenaza de una sociedad son aquellos que pretenden la homogeneidad, la unanimidad.

La tolerancia habita en la frontera entre el bien y el mal. En la frontera del criterio. Tolerar es aceptar lo que podríamos condenar. Es dejar pasar lo que podríamos impedir. Es renunciar a parte de nuestro poder, de nuestra fuerza, de nuestra cólera. Así se tolera la posición de un adversario.

Tolerar es virtuoso en la medida en que se imponga al interés personal, al sufrimiento propio, a la propia impaciencia. La tolerancia sólo vale contra uno mismo y por otro. No hay tolerancia cuando no hay nada que perder. Menos aun cuando todo se puede ganar soportando, es decir sin hacer nada. La tolerancia en desmedro del otro tampoco es tolerancia. Tolerar el sufrimiento del otro, tolerar la injusticia de la que uno no es víctima, tolerar el horror que nos elude, ya no es tolerancia: es egoísmo, es indiferencia o peor. Una tolerancia universal sería tolerancia de lo aterrador, atroz tolerancia.

Llevada hasta su extremo, la tolerancia terminaría por negarse a sí misma, porque dejaría las manos libres a quienes desean suprimirla. La tolerancia sólo vale dentro de ciertos límites, que son los de su propia salvaguarda, de la preservación de sus condiciones de posibilidad. Mientras la sociedad sea lo que es: conflictiva, pasional, desgarrada, si somos absolutamente tolerantes –incluso con los intolerantes- y no defendemos la sociedad tolerante de sus asaltos, acabarán con los tolerantes y con la tolerancia.

La tolerancia es esencialmente limitada. Una tolerancia infinita sería su fin. Entonces: ¿No hay libertad para los enemigos de la libertad? No es tan fácil. Una virtud no puede parapetarse en la ínter subjetividad virtuosa: quien solo es justo con los justos, generoso con los generosos, humilde con los humildes, no es justo, ni generoso, ni humilde. Tampoco es tolerante quien solo tolera a los tolerantes.

Si la tolerancia es una virtud, como creo, vale por si misma, incluso la que se otorga a quienes no la practican. La moral no es un mercado ni un espejo. ¿Dónde se ha visto que una virtud dependa del punto de vista de quienes carecen de ella? El justo debe guiarse por los principios de justicia, no por los lamentos de los injustos.

¿Qué es la tolerancia? Una clase de sabiduría que supera el fanatismo, ese temible amor a la verdad. La tolerancia como virtud se funda en nuestra debilidad teórica, es decir en nuestra incapacidad para alcanzar lo absoluto. La tolerancia arranca de la humildad, como ésta de la buena fe, de la lealtad. Amar la verdad hasta el límite es aceptar también la duda.

Vuelvo a preguntarme: ¿Qué es la tolerancia? Como Masón contesto: la FRATERNIDAD.

Trinquete M.·. M.·.


Fuentes consultadas: André Comte-Sponville; Alain Touraine; Isidro H. Cisneros: John Locke; Norberto Bobbio.-

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